“Las cualidades del pueblo chileno son capaces, sin embargo, de resplandecer por encima de todas las dudas (…)
Saldrán fortalecidos de este desastre. Lo superarán con sus armas de siempre: su tenacidad y su modestia. Aunque los éxitos de los últimos años les han dado a los chilenos una mayor confianza en sí mismos, no les gusta presumir de sus propias virtudes y paganizan su orgullo nacional con el incomparable grito de ¡Viva Chile, mierda!”
(Editorial Diario El País, España, 4/3/2010)
Es un sentimiento, es una enfermedad, lleva a la locura y a los estados de mayor placer en el ser humano. El amor es sin duda una necesidad, algo que se debe experimentar al menos una vez en la vida. Y más allá de lo que profesamos a nuestros seres cercanos y queridos, hay algo que últimamente afloró en millones de corazones; que estaba y siempre estuvo ahí, pero que tras una experiencia tan extrema como lo que pasó el pasado 27 de febrero, surgió como una llama inextinguible, sin importar cuan lejos, asustado o mal se estuviera.
Es el amor a nuestra tierra, el amor a Chile como país, como el lugar que creó y crió su propio carácter moldeado por una cordillera única y bendita. El amor a nuestro mar, a las risas de gente sencilla, a la grandeza espiritual del pobre y la bondad de una naturaleza exquisita.
Ése amor se refleja hoy en nuestros miles de voluntarios que, sin importar los riegos y dejando a un lado su comodidad y hasta su seguridad, entregan manos laboriosas para luchar por mantener una vida, para ver sonreír a un niño, para ver flamear nuevamente intacta nuestra bandera.
Ése es el amor que se ve en las lágrimas de los desesperados y los que estando lejos lloran el sufrimiento de su tierra. En el polvo que cubre los rostros de quienes están dedicados a rescatar compatriotas, entendiendo que salvar una vida, es curar una herida de este Chile golpeado.
Ése amor es el que nos hace únicos. Ése amor es el que supera toda diferencia, toda discusión. Ése es el amor que junta el esfuerzo y la voluntad de unos con otros y que va a lograr que Chile nuevamente, como siempre, con sus heridas y cicatrices, pueda seguir caminando.
En eso está nuestra grandeza. ¡Eso somos los chilenos! Somos esfuerzo, somos amistad, cariño, hermandad. No hay colores y razas, no hay política ni creencias distintas cuando de ayudar se trata. Eso nos hace recibir un apoyo emocionante en este momento de dolor, eso nos hace reconocibles a través de los océanos y alrededor del mundo, eso nos hace querer aún más a la tierra de nuestros padres y abuelos, a la tierra que queremos dar a nuestros hijos y nietos.
¡Así se refleja un buen viva Chile! Con la satisfacción de saber, al final del día, no importa dónde descanse nuestro cuerpo, que dimos lo mejor de nosotros y que por eso, un niño podrá dormir tranquilo, una mamá va a poder alimentar a los suyos y una familia entera va a recuperar su orgullo.
¡Gracias Chile, gracias a todos por hacer este país!, gracias por este dolor que sentimos que no es más que ese sentimiento que nos quema y que nos lleva a surgir una y otra vez, gracias porque con eso, podemos terminar de comprender en su verdadera dimensión lo que es ese maravilloso e inexplicable calor que hincha nuestro pecho y hace saltar nuestro corazón, esa locura única que despiertan nuestros colores, esa linda enfermedad que se llama amor.
¡VIVA CHILE!
Por Pedro López Barahona